25 [de enero de 1922]. Triste con motivo. Dependiente de él. Siempre en peligro. Ninguna salida.
ºQué fácil fue la primera vez, qué difícil esta. Con qué desamparo me mira el tirano:
«¿A ese sitio me llevas?». Así que, a pesar de todo, ninguna tranquilidad, por la tarde
ya está sepultada la esperanza de la mañana. Es imposible adaptarse con agrado a semejante
vida, seguro que aún nadie ha podido hacerlo. Cuando otros han llegado a esa frontera
-y ya es lamentable el haber llegado a ella-, se han desviado, yo no puedo hacerlo.
Asimismo me parece que en modo alguno he sido yo el que ha llegado a esa frontera,
sino que ya de niño fui empujado a ella y atado allí con cadenas, solo la conciencia
de mi desdicha ha ido apareciendo paulatinamente, la desdicha misma ya estaba lista allí,
para verla no hacía falta una mirada profética, solo una mirada penetrante.
Por la mañana pensé: «Pero quizá puedas vivir de esa manera, solo tienes que protegerte
de las mujeres». Protegerse de las mujeres, pero estas ya están en el «de-esa-manera».
Sería muy injusto decir que me has abandonado, pero lo que sí es verdad es que yo estoy
abandonado y, a veces, terriblemente.
También en el sentido de la «decisión» tengo yo derecho a estar ilimitadamente desesperado
de mi situación.
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