Hace poco volví a soñar con usted. Fue un largo sueño, pero no recuerdo casi nada. Yo estaba en Viena: todo eso se ha borrado. Pero luego llegaba a Praga y había olvidado su dirección. No sólo la calle; también la ciudad, todo. Sólo el apellido Schreiber surgía de algún modo a la superficie; pero no sabía qué hacer con él. La había perdido a usted por completo. En mi desesperación pensé en varios recursos muy hábiles, pero —vaya a saber por qué— no los puse en práctica. De todos esos ardides sólo recuerdo uno. Yo escribía en un sobre: Milena, y debajo, “Ruego entregar esta carta; de lo contrario, la Administración de Hacienda sufrirá una enorme pérdida”. Con esa amenaza esperaba poner en movimiento todos los recursos estatales para localizarla. ¿Le parece astuto? Espero que eso no la predisponga en mi contra. Sólo en sueños soy tan tortuoso. Extraigo una vez más la carta de su sobre. Aún queda lugar: Por favor tuté- ame una vez más... no siempre, no pretendo eso...
tutéame una vez.
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