25 junio, 2016

Fragmento, Edgar Allan Poe, William Wilson.



en aquel momento alguien movió el pestillo de la puerta.
Me apresure a evitar una intrusión, volviendo inmediatamente
hacia mi moribundo antagonista.
¿pero que lenguaje humano puede pintar esa estupefacción, ese horror 
que se posesionaron de mi frente al espectaculo que me esperaba?
El breve instante en que había apartado mis ojos parecía haber bastado 
para producir un cambio material en la disposición de aquel angulo del aposento.
Donde antes no había nada, alzábase ahora un gran espejo 
(o por lo menos me parecio asi en mi confusion).
Y cuando avanzaba hacia el, en el colmo del espanto, mi propia imagen,
pero cubierta de sangre, y pálido el rostro, vino a mi encuentro tambaleándose.
Tal me había parecido, lo repito, pero me equivocaba.
era mi antagonista , era Wilson, quien se erguía ante mi agonizante. 
Su mascara y su capa yacían en el suelo, donde las había arrojado.
No había una sola hebra en sus ropas, ni una línea en las definidas y singulares
facciones de su rostro, que no fueran las mías, que no coincidieran en la más absoluta identidad.
Era Wilson. Pero ya no hablaba con un susurro, y hubiera podido creer 
que era yo mismo el que hablaba cuando dijo:

-Has vencido y me entrego. Pero también estas muerto desde ahora...
muerto para el mundo, para el cielo y para la esperanza.

¡En mi existías... y al matarme, ve en esta imagen,

 que es la tuya, cómo te has asesinado a ti mismo!

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